jueves, 7 de enero de 2010

Food, Inc.

      Esta tarde vi un documental llamado "Food, Inc.", dirigido por Robert Kenner, y quedé con ganas de hacer una huelga de hambre pero terminé yendo a mi restaurante tailandés favorito y comiendo lo mismo que siempre como: gyozas que tienen cochino y pollo y "drunken noodles" con pollo (sí, sí, es terrible como los extremos me definen). No puedo creer que fui capaz de comer esto después de ver el maltrato al que son sometidos estos animales y las condiciones insalubres en las que viven antes de llegar tan bonitos y apetitosos a nuestro plato.

      Hace unos meses intenté comenzar una dieta vegetariana, para ser sincera simplemente por seguir las tendencias de la mayoría de las personas con quienes me juntaba. Luego pasé toda la pena con ese grupo gracias a los efectos del alcohol que me indujeron a darle entender a alguien que realmente no me gustaba que sí me gustaba y a decirle no sé cuántas cosas a otras personas que me atraían o habían atraído, así no volví a pasar tiempo con ellos y dejé de ser "vegetariana". Para colmo, la dieta vegetariana lo que me dejó fue un montón de kilos de más porque a falta de carnes me llené de carbohidratos simples; aún conservo estos kilos y aunque una de mis metas para este año es adelgazarlos for good (porque ya los había adelgazado en el verano pero los volví a ganar) la soledad y el frío tienen efectos devastadores en mi dieta dado que lo único que me provoca es ir a Starbucks a leer (y por ende consumir cualquier cosa que tengan ahí) o quedarme en mi cuarto y ordenar comida del susodicho restaurante tailandés.

      Pero volviendo a lo del documental, realmente después de verlo me sentí terrible ante el prospecto de comer carne de nuevo (estoy pensando en el pollo del restaurante y la culpa me hace querer vomitar >_˂). En realidad me gustaría tratar de tener una dieta vegetariana, no por la gente que me rodea (que no son vegetarianos en su mayoría ahora) sino por las consecuencias que la indiscriminada producción y consumo de carne tienen para el ambiente y nuestra salud. La verdad es que el documental me dejó toda paranóica con respecto a cualquier comida no-orgánica producida en los Estados Unidos, y tomando en cuenta el que no tengo cocina, no me queda más que depender de los comedores de la universidad que estoy 100% segura no sirven comida orgánica. 

      Sin embargo, creo que el eliminar las carnes de mi dieta debería tener algún impacto en mi paranoia y condición física siempre y cuando no acuda a las bondades de Starbucks cada vez que tengo hambre y comience a hacer ejercicio. Debería tratar de retomar el yoga, no puede ser que lo haya practicado desde los 14 con tanta asiduidad -y modestia aparte, talento- y que lo haya abandonado así desde que me mudé a Boston. En el futuro cercano escribiré sobre cómo me siento con respecto a esta experiencia catártica ambiental y física y si los kilos se han ido por la borda.

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